Estas en: Facultad de Arquitectura, Animación, Diseño y Construcción De estudiante a Director de Carrera: la trayectoria de Roberto Villalobos en la Escuela de Arquitectura UDLA
Publicado el 6 de agosto de 2025
Roberto Villalobos es arquitecto titulado de Universidad de Las Américas (UDLA), donde ingresó en 2010 y se tituló en 2015. Desde entonces ha estado vinculado de forma constante a la institución, primero como ayudante, luego como académico adjunto y posteriormente como parte del cuerpo académico regular. A lo largo de estos años ha desarrollado su carrera combinando la docencia con procesos de gestión académica, perfeccionándose a través de un Magíster en Docencia Universitaria y asumiendo distintas responsabilidades dentro de la Escuela de Arquitectura. Actualmente, es el nuevo Director de Carrera, cargo que asume tras más de una década de compromiso con la Universidad, la docencia y la arquitectura.
¿Qué sensaciones te deja asumir un cargo tan relevante dentro de la escuela?
Es una mezcla de orgullo y responsabilidad. Orgullo por asumir un rol tan significativo dentro de la estructura de la carrera y la escuela, y responsabilidad por el desafío que implica pensar, planificar y proyectar su funcionamiento. Siento que esta es una nueva etapa de crecimiento, tanto personal como profesional.
Cuando comencé a estudiar arquitectura, mi objetivo era formarme como profesional y dedicarme al ejercicio disciplinar. Pero pronto entendí que también existían otras posibilidades dentro del ámbito académico. Así fui incorporándome como ayudante, participando en procesos de gestión relacionados con admisión, y más adelante como académico adjunto. Luego pasé a ser parte del cuerpo académico regular, lo que me permitió vincularme aún más con la docencia.
Con el tiempo, seguí perfeccionándome, cursando el Magíster en Docencia Universitaria en UDLA, lo que me dio nuevas herramientas para abordar los procesos de enseñanza y aprendizaje con mayor profundidad.
¿Cómo ves el futuro de la escuela desde este nuevo rol?
El escenario actual es muy distinto al de hace algunos años. Hemos pasado por procesos de acreditación importantes, tanto como Universidad como en la carrera, y hoy contamos con certificaciones por cinco años que nos plantean desafíos nuevos y más complejos.
Hoy, temas como la vinculación con el medio y la investigación son centrales. La escuela ha crecido junto con la Universidad, y eso nos exige estar a la altura con una propuesta sólida, articulada, y con una oferta académica que responda a las demandas del entorno.
También ha habido una renovación del equipo académico, lo que ha permitido fortalecer la mirada colectiva y avanzar en un proyecto de escuela que responda no solo a las necesidades del presente, sino también a las proyecciones del campo laboral y disciplinar.
¿Qué significa para ti haber estado ya 15 años vinculado a UDLA?
Ha sido un proceso muy enriquecedor. Desde el momento en que ingresé como estudiante hasta hoy, ha sido un camino de crecimiento constante. He asumido distintos roles, he aprendido muchísimo y he tenido la oportunidad de trabajar con profesionales y académicos extraordinarios, tanto de la UDLA como de otras instituciones.
Ver cómo la Universidad ha evolucionado, cómo se han abierto nuevas líneas de posgrado como el Magíster, y próximamente el Doctorado, me motiva a seguir aportando desde dentro. Siento que todavía hay mucho por hacer, y muchas oportunidades por aprovechar.
Pensando en tu trayectoria, desde estudiante hasta llegar a ser Director de Carrera, ¿qué mensaje les darías a quienes recién comienzan la carrera?
Lo primero es que aprovechen el tiempo en la Universidad. Esta etapa no solo se trata de adquirir herramientas profesionales, sino también de desarrollar intereses, formar redes, y proyectarse en distintos caminos.
Hoy existen muchas más oportunidades que antes, programas de Magíster, vínculos internacionales, posibilidades de incorporarse al cuerpo académico, entre otras. La Universidad está comprometida con el crecimiento de sus estudiantes, y hay caminos abiertos para quienes quieran seguir perfeccionándose.
El mensaje es claro, mantengan la motivación, aprendan todo lo que puedan, y busquen siempre ser mejores profesionales. Desde la escuela vamos a estar ahí para acompañarlos con todo el apoyo posible. Y también recordarles que equivocarse, probar, experimentar, es parte del proceso formativo en arquitectura.
Como académico de Taller de primer año, ¿cómo vives ese proceso de acompañar a los estudiantes en sus primeros pasos en la carrera?
Es una etapa fundamental. Pasar del colegio a la universidad implica un cambio radical. Las metodologías son distintas, en arquitectura trabajamos más desde el proceso, el ensayo, el error, y eso muchas veces cuesta entenderlo al principio.
Pero ahí está lo interesante, invitarlos a experimentar, a crear, a equivocarse, a descubrir sus intereses personales y cómo estos pueden convertirse en proyectos arquitectónicos. Nuestro modelo educativo tiene una base práctica muy potente, donde el trabajo en comunidad y territorio permite que todo ese proceso tenga sentido y coherencia.
Nuestra escuela tiene un sello claro, una arquitectura vinculada a lo social, a lo comunitario, a la experimentación.