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El académico de la Facultad de Arquitectura, Animación, Diseño y Construcción de Universidad de Las Américas (UDLA), Francisco Vergara, conversó con EmolTV sobre la investigación “Desiertos alimentarios”, que lidera junto a Leslie Landaeta, Directora del nuevo Doctorado en Bienestar Humano, Salud y Sociedad, de la Facultad de Salud y Ciencias Sociales. En la entrevista, explicó cómo la dificultad para acceder a alimentos saludables impacta la salud pública y la calidad de vida de las personas.

Vergara, Doctor en Planificación del Desarrollo, detalló que el estudio se desarrolla junto a especialistas en nutrición, geografía, sociología y urbanismo, y que el equipo elaboró el primer atlas de desiertos alimentarios de Chile, basado en el análisis de las 16 capitales regionales del país.

“Los desiertos alimentarios son espacios urbanos o territoriales donde el acceso a nutrientes fundamentales es difícil para ciertos grupos de la población”, señaló. En ese sentido, añadió que “afectan especialmente a los grupos menos aventajados, como personas mayores, niños o personas en situación de discapacidad”.

Un fenómeno urbano amplio

La investigación ha mostrado un panorama complejo y diverso en materia de acceso a alimentos saludables. “Por ejemplo, detectamos desiertos alimentarios en zonas de altos ingresos, como Vitacura. Esto no se debe a la mala calidad de esos sectores, sino a conductas de consumo distintas”, explicó el investigador.  Agregó que en estos casos la oferta existe, pero las personas optan por otras formas de abastecimiento. “La gente utiliza el automóvil, Rappi u otras aplicaciones que permiten que la comida nutritiva llegue a la casa sin tener que salir de ella”.

En contraste, hay ciudades donde el acceso a alimentos saludables es más equitativo. “Encontramos que en Arica no existen desiertos alimentarios Esto demuestra las ventajas de ciudades de menor escala, donde los traslados son más cortos y el acceso a alimentos nutritivos es más fácil”, indicó.

Relación con enfermedades y desigualdad urbana

Los investigadores cruzaron los datos de localización de los desiertos alimentarios con información del Ministerio de Salud, obteniendo resultados preocupantes.

“Si bien no existe una relación causal; es decir, no podemos afirmar que una cosa cause la otra, sí podemos sostener que vivir en un desierto alimentario aumenta la probabilidad de desarrollar problemas cardiovasculares”, sostuvo Vergara.

Para el experto, esta evidencia refuerza la necesidad de repensar la planificación urbana desde una mirada de salud pública: “Tenemos instrumentos de planificación, pero no de ciudades nutritivas. Ese concepto aún no está incorporado en nuestra legislación y debería ser una prioridad para los próximos desafíos”, enfatizó.

Nuevas líneas de investigación y el rol de la academia

Actualmente, el equipo está avanzando hacia una segunda etapa de la investigación, más cualitativa, centrada en el trabajo directo con comunidades y barrios.

“Pasamos de un método totalmente cuantitativo a uno cualitativo”, explicó Vergara, añadiendo que durante el estudio descubrieron estrategias interesantes. “Por ejemplo, en Valparaíso hay personas que se organizan para comprar juntas en las ferias, y luego comparten un taxi para subir al cerro, porque es difícil volver con las bolsas llenas de verduras”.

El investigador subrayó también la importancia del rol académico en este tipo de proyectos y destacó que “la Vicerrectoría de Investigación de Universidad de Las Américas fomenta y apoya con fuerza este tipo de iniciativas”.

Al finalizar, planteó una reflexión sobre el desafío urbano que implica este fenómeno: “Creemos que, desde la mirada que nos proporciona esta ciudad nutritiva, se pueden integrar diferentes conocimientos hacia una misma forma de construir ciudad. Y eso posiblemente genere más beneficios que problemas”.

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