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A través de un seminario web, la carrera de Educación Parvularia de Campus Santiago Centro abordó la problemática de las familias migrantes en los procesos formativos de niñas y niños en etapa preescolar, y cómo se relaciona con el rol activo de las y los niños en los proyectos migratorios adultos.

Tras las palabras de inicio presentadas por Leonor Cerda, Directora de la Escuela de Educación Parvularia, el expositor Juan Ortiz, Máster en iniciación a la investigación en Educación y Sociedad y Doctor en Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona, compartió con los asistentes una definición de inclusión educativa.

Según sus palabras, se entiende como un “proceso mediante el cual se incrementa la participación de todos los estudiantes en la cultura, el currículo y las comunidades de las escuelas, eliminando o minimizando las barreras que impiden su participación y aprendizaje. Implica la transformación de las escuelas en espacios acogedores y libres de discriminación”.

El también académico investigador de UDLA mostró datos de matrículas de niños y niñas migrantes en la educación inicial en los últimos años. La matrícula JUNJI 2018 por ejemplo, dio cuenta de 3.534 niños extranjeros, mientras que la matrícula INTEGRA 2022, la cifra subió a 5.513.

“Aunque no son instituciones identificas, ambas funcionan con beneficios del Estados. Los datos también nos muestran cómo van cambiando los flujos migratorios con el paso de los años. En el 2015, el peak migratorio eran las familias haitianas, mientras que ahora son las venezolanas”, sostuvo Ortiz.

Con respecto a la participación de las familias, el expositor afirma que los docentes tienen visiones contradictorias. Por una parte, existe una visión positiva que reconoce la participación de los padres migrantes que se ajustan a las normas escolares y por otro, se observa una visión negativa que señala la falta de participación de los padres migrantes atribuida a sus compromisos laborales.

Ambas visiones reflejan una dinámicas escuolocéntrica en la relación entre docentes y familias, donde la escuela establece mecanismos de inducción estandarizados que invisibilizan a las familias migrantes”, afirmó.

Como conclusión y desafío, el académico de UDLA apuntó a la comunicación efectiva, a la valoración de la diversidad cultural, a los programas de apoyo y orientación, a la formación y capación docente y a los espacios de participación.

Hay que reconocer y valorar la diversidad cultural presente en las familias migrantes, promoviendo la inclusión de sus tradiciones, costumbres y experiencias en el entornos escolar. Esto contribuye a crear un ambiente acogedor y respetuoso para todos los estudiantes y sus familiar”, cerró Ortiz.