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“Ansiedad, anhedonia y patrón de consumo de alimentos durante la cuarentena por COVID-19”, es el nombre de la investigación de los profesores investigadores de UDLA, Leslie Landaeta Díaz y Gabriel González Medina, que esta semana fue publicada por la revista Appetite.

El estudio, que se realizó con muestreo no aleatorizado a través de una encuesta en línea a 1725 personas, tiene como objetivo evaluar la asociación entre síntomas de ansiedad y / o anhedonia y los patrones de consumo de alimentos durante el período de cuarentena del COVID-19 en Chile.

Cada persona respondió el Inventario de ansiedad de Beck, la Escala de placer de Snaith-Hamilton para la anhedonia, un cuestionario de ingesta de alimentos y preguntas sobre el tipo y la duración confinamiento, así como el auto-reporte de peso corporal y la variación del tamaño de la porción de alimentos. 

 Gónzález Medina sostiene que eligieron esta temática porque “las causas de la ansiedad están vinculadas a la incertidumbre, por no saber qué va a pasar, que es justamente lo que pasaba al inicio de la pandemia. Eso lo distingue de la depresión, la cual se asocia a la sensación de no saber qué hacer o controlar las cosas”.

La investigación entregó datos relevantes como por ejemplo que “las personas con niveles severos de ansiedad constituyeron el 22,7% de la muestra, el 23,5% moderada, el 28,3% leve y el 25,3% mínimos. Además, los sujetos anhedónicos fueron el 35,1% mientras que los de tono hedónico fueron el 64,9%”.

La relación entre el consumo de frituras y el nivel de ansiedad también fue motivo de análisis. En ese sentido, “de los participantes con ansiedad mínima, el 23,9% declaró que nunca consumió alimentos fritos, mientras que, en ansiedad severa, solo el 11,2% declaró no consumir nunca alimentos fritos. Por el contrario, el 3.0% de los participantes con menor nivel de ansiedad consumieron 3 o más porciones de alimentos fritos, mientras que el 7.1% lo hizo en el nivel más alto de ansiedad”.

Además, se evaluó la relación entre el nivel de ansiedad y el consumo de bebidas azucaradas, de comida rápida (hamburguesas, hot dogs, pizza) y de repostería. En ese sentido, se encontró “una relación entre las bebidas azucaradas y el nivel de ansiedad. Además, observamos una relación entre el nivel de ansiedad y el consumo de comida rápida y pastelería”.

El vínculo entre la ansiedad y el aumento de peso también fue estudiado. Landaeta asegura que “si bien es cierto que la ansiedad es un factor psicológico, el aumento de esta, se relaciona con el aumento del tamaño de la porción de comida y al tipo de alimentos consumidos. Por lo que, el aumento de peso corporal aparece como un elemento secundario, y no tendría una relación directa”.

Para finalizar, Gabriel González enciende las alarmas con respecto a los resultados de la investigación: “La ansiedad está afectando a estas personas en su quehacer diario, ya sea para dormir, trabajar, en sus relaciones interpersonales. Que el 22,7% de la muestra afirme sentirse ansioso, es preocupante, especialmente si hacemos la comparación a la tendencia de otros trastornos. Pensemos que ese 22,7% significa que 1 de cada 5 personas tiene niveles de ansiedad significativo que necesitaría algún tipo de ayuda”.

Para leer la investigación de forma completa, pincha aquí.