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En los últimos meses, Gabriel Max Sepúlveda, psicólogo clínico y hace 15 años docente de UDLA en las asignaturas de Neurofisiología, Psicofisiología, Evaluación Neuropsicológica y Actualización en Síndromes Demenciales, ha liderado un programa de evaluación e intervención sobre el NeuroCovid en el Centro de Psicoterapia y Neuropsicología Integral (CEPNI).

Sepúlveda tiene experiencia en investigación en los ámbitos de neuropsicología y justicia penal, y ha participado en variados eventos científicos nacionales e internacionales, incluyendo presentaciones como investigador en congresos realizados en Alemania, Japón e Inglaterra.  

¿Cómo podríamos definir el Neurocovid-19?

El virus causante del Covid-19, así como muchos otros virus, logra afectar el sistema nervioso e incluso atacarlo directamente. Las secuelas neuropsicológicas y neuropsiquiátricas que acarrea el Coronavirus en algunos pacientes se ha conceptualizado como NeuroCovid-19. Se estima que alrededor de un 15% de las personas contagiadas de Covid-19 presentarán sintomatología neuropsicológica de distinta gravedad, por lo que se requiere implementar una evaluación especializada y oportuna. Nos parece una cifra muy alarmante y por lo mismo estamos sumamente preocupados por las secuelas que la pandemia traerá en el mediano y largo plazo.

¿Cuáles han sido los principales efectos a nivel del sistema nervioso que ha generado el COVID-19?

Los efectos pueden ser bastante severos ya que se originan en procesos tanto degenerativos como inflamatorios del cerebro. Además, el Covid puede desencadenar problemas circulatorios en el sistema nervioso central, incluyendo hemorragias u obstrucciones.

Todas las variantes anteriores imponen serios desbalances y alto riesgo para los pacientes y podrían acarrear síntomas de diversa gravedad. Según hemos podido indagar, los síntomas más habituales son cefaleas, disminución del olfato o gusto, vértigo, visión doble, síntomas ansiosos o anímicos, síntomas motores, desregulación, cambios conductuales, emocionales o afectación en funciones cognitivas (tales como atención, memoria, lenguaje, inteligencia, funciones ejecutivas, entre otras).

Como vemos, hay gran diversidad de síntomas y estos se pueden confundir fácilmente con estrés, desmotivación, depresión y otros signos habituales en situación de pandemia, por lo que es urgente evaluar de manera especializada.

¿En qué consiste una evaluación neuropsicológica? ¿Cómo se debe abordar el tratamiento?

Luego de haber investigado bastantes meses sobre el tema, junto al equipo clínico con el que trabajo en NeuroCovid, hemos diseñado una estrategia de evaluación neuropsicológica para este perfil. La diversidad de síntomas posibles de encontrar es considerable, por lo que se debe implementar una evaluación bastante exhaustiva de los motivos de consulta, antecedentes, observaciones conductuales y la evaluación de las dimensiones cognitivas, emocionales y comportamentales, incluyendo los resultados en pruebas neuropsicológicas, incorporando una visión interdisciplinaria (integrando la visión de neurólogos, fonoaudiólogos, terapeutas ocupacionales, revisión de neuroimágenes, etc.), ya que ninguna profesión o disciplina puede abordar por sí sola un problema clínico de esta magnitud.  

Sobre el tratamiento, muchos pacientes piensan que, si existe algún problema psicológico de origen cerebral, este no tendría solución. Pero en realidad existen variantes terapéuticas y en rehabilitación neuropsicológica que podrían aportar de forma importante en la mitigación sintomática, la preservación de facultades, así como decididamente en la recuperación de los pacientes y en el mejoramiento de su calidad de vida.

¿Cómo analizas que ha sido la presencia de los neuropsicólogos en la pandemia? Se ha tomado el peso de su figura como elementos importantes durante la recuperación del paciente?

Creo que los neuropsicólogos estamos muy pendientes de la situación, tenemos acceso a información actualizada, relevante y creo que nuestras herramientas y modalidades de intervención y rehabilitación están a la altura.

Lamentablemente representamos una especialidad minoritaria en Chile, y por falta de información los pacientes no están consultando, lo hacen tarde y sólo ante sintomatología severa, lo que dista mucho de un escenario favorable. Es necesario que se destaque más el rol de los profesionales que intervienen sobre las secuelas del Covid en general, incluyendo neuropsicólogos.

Actualmente no existe una difusión sobre el NeuroCovid suficientemente potente y clara para que las personas estén conscientes de que sus síntomas derivan del impacto que el virus ha causado. Los esfuerzos se deben focalizar en salvar la vida de los pacientes, pero creo que hay lentitud en problematizar las secuelas de mediano y largo plazo del Covid en el cerebro.

¿Cuál es la relevancia en cuanto a que estudiantes de Psicología puedan estar al tanto de esta área de trabajo?

Creo que en la carrera de Psicología en UDLA, ofrecemos una formación actualizada en el área de las neurociencias, lo que no se restringe sólo a lo teórico. Por ejemplo, los estudiantes en el curso de Evaluación Psicológica II tienen la posibilidad de aprender a aplicar pruebas neuropsicológicas, algunas de las cuales justamente usamos para evaluar el NeuroCovid, pruebas que se ajustan al ciclo vital de las personas y que además cuentan con norma chilena.

Si bien la neuropsicología requiere una formación especializada, en el pregrado intentamos motivarlos a conocer la relevancia que las neurociencias tienen en la actualidad y cómo éstas colaboran significativamente en nuestras capacidades teóricas y clínicas, con lo que nuestro rol profesional se ve claramente potenciado. Creo que los estudiantes rápidamente comprenden que en estos cursos no concebimos el cerebro “dentro de un frasco”, sino que inmerso en sus contextos: corporal, familiar, social, cultural y también en cierto momento de su ciclo vital. Por otra parte, progresivamente los estudiantes logran visualizar que el cerebro cuenta con una enorme plasticidad y que las acciones interventivas realmente consiguen modificar la funcionalidad neuronal de una forma que ahora es visible, con lo que el sistema nervioso ya no nos parece tan inmutable como en el siglo XX, sino que se ha comprobado que podemos influir sobre él con las herramientas adecuadas, conservando una visión fuertemente humana y ética.