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Estamos próximos a finalizar el año 2020. Definir con mayor precisión cómo será recordado este año en la historia, será tarea de las próximas generaciones y de los historiadores. Pero estamos seguros de que ocupará un lugar muy importante en la vida de cada uno de nosotros.

En lo negativo, se recordarán los estragos dejados por el inicio de una pandemia global, de la que aún no hemos visto su final, y para la que nuestra generación no estaba preparada. La gran cantidad de muertes en todo el mundo, y el dolor de millones que han visto afectadas sus vidas de formas inimaginables a finales de ese, ya lejano, 2019.

Consecuencia de lo anterior, los países han debido tomar medidas sanitarias para proteger a su población, ordenando el cierre de las fronteras y la adopción de medidas de aislamiento local que aún están lejos de desaparecer, y que han causado gran impacto en la economía, afectando a todos los sectores, especialmente el empleo y la actividad local de pequeños comerciantes, emprendedores y Pymes, cuyas consecuencias se dejarán sentir por varios años más.

En lo local, la población ha sufrido enormes alteraciones en su vida diaria, que han dejado en evidencia (si aún no lo era para todos) la fragilidad nuestro sistema de protección social, y ha agudizado la vulnerabilidad de los sectores más desprotegidos, sobre todo, para quienes viven situación de violencia y abandono. Todos ellos, problemas endémicos, presentes en nuestra sociedad antes de la pandemia y que los diferentes gobiernos, y el sistema político en su conjunto, se han mostrado incapaces de atender con la urgencia, eficacia y flexibilidad requeridas.

Sin embargo, este año también ha traído enormes transformaciones sociales que han venido a cambiar definitivamente la vida y la forma en que nos relacionamos. La adopción de la tecnología en nuestro día a día y el trabajo/estudio a distancia, se han acelerado de manera inesperada, impulsando un cambio que ya era inevitable, pero que de otra forma pudo tardar décadas.

El mundo universitario no ha estado ajeno a estos cambios; estudiantes, docentes y administrativos, han mostrado gran flexibilidad y resiliencia para adaptarse a este nuevo contexto, no exento de dificultades, por cierto, y con muchas evaluaciones pendientes y aspectos que mejorar. Pero se ha avanzado, con la certeza de que se trata de cambios indispensables para hacer frente a esta crisis, y habilidades que serán altamente valoradas en el futuro inmediato.

Por otra parte, y a pesar de todo, Chile ha sido capaz de ponerse de acuerdo en la necesidad de un cambio constitucional, que nos permita dejar atrás un pasado de división y desconfianza, acercándonos a un camino que esperamos sea de consensos y de altura de miras para construir juntos una carta fundamental que sea verdaderamente “un faro” que ilumine nuestra convivencia ciudadana, y el punto de encuentro de todo aquello en lo que creemos como sociedad. En este proceso, nos reconoceremos, y será la oportunidad para plantearnos los temas que realmente nos importan y nos definen como una nación diversa y preocupada por los derechos de los más vulnerables; de los niños, niñas y adolescentes, de las personas mayores, de las minorías y de nuestros pueblos originarios.

Así también, esperamos que los acuerdos urgentes den paso a una política de mayor calidad, que sea capaz de encausar y equilibrar las legítimas demandas sociales con un camino de seguridad jurídica y responsabilidad, que sirvan de marco para la prosperidad de nuestro país y de las futuras generaciones, y que podamos relevar definitivamente la importancia de la ciencia, la tecnología y la protección del medio ambiente en nuestro modelo de desarrollo económico.

Llega ya el 2021, se le aguarda con gran esperanza en la promesa de una cura efectiva para los males de nuestra población, y el resultado de nuestro proceso constituyente. Dejar atrás el 2020 será dar vuelta a una página con mucha tinta aún por secar, podremos sentirnos verdaderos “sobrevivientes” de un año convulso, más seguros y tecnológicos tal vez, pero más conscientes de nuestra fragilidad y de la necesidad de estar cerca de nuestros afectos y de apoyarnos unos a otros.

Para finalizar, quiero agradecer y reconocer a nuestros estudiantes, académicos y administrativos, por haber sido capaces de adaptarse a este nuevo contexto y haber sacado adelante el año académico 2020, con todos los errores de aprendizaje que se pudieron haber cometido, pero con toda la generosidad y el deseo de hacer bien las cosas, que siempre han caracterizado a esta universidad y a nuestra Facultad.

Los invito a recorrer juntos y con renovado optimismo este 2021, el que nos planteará insospechados desafíos, pero también, grandes oportunidades para avanzar.

 

Con afecto,

Marco Vega López

Decano

Facultad de Derecho