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Sin duda, el año 2020 ha sido un año duro. La pandemia por el Coronavirus está dejando una dramática huella en nuestro país y en cada uno de nosotros. No solo hemos estado viviendo el dolor de saber que enferman y fallecen tantas personas, algunas cercanas, sino también la angustia de estar conscientes de las secuelas físicas y en salud mental en tantas personas, junto al perjuicio económico que esta crisis sanitaria está dejando en nuestro país, y que muchas y muchos de nuestra comunidad universitaria ya han comenzado a vivenciar en carne propia.

Nuestra comunidad universitaria ha vivido estos días inciertos y difíciles no solo con cansancio, sino afortunadamente también con la resiliencia, solidaridad y compromiso de todas y todos, lo que nos ha permitido acompañarnos e innovar para sostener en modalidad virtual el proceso de enseñanza aprendizaje. Ello, sin duda que no ha sido tarea sencilla, ni para nuestros estudiantes, ni para nuestros docentes y académicos.

Aún en la dificultad, quizás gracias a ello, nos hemos esforzado por estar cercanos y cuidarnos entre todos. Mirando hacia atrás, revisando debilidades y fortalezas, podemos estar orgullosos de lo logrado. A pesar de la crisis sanitaria más grande de nuestra historia contemporánea, nuestros estudiantes están alcanzando los resultados de aprendizaje gracias a una esforzada, gradual y exitosa adaptación de todas y todos a nuevas herramientas y métodos de enseñanza aprendizaje; logramos un proceso inédito de integración de las facultades de Salud y Ciencias Sociales, lo que nos abre enormes posibilidades de futuro; hemos realizado investigación como nunca (casi doblamos las publicaciones del año 2019); jamás en la historia de la Universidad habíamos tenido tanta presencia en la sociedad a través de podcasts, seminarios virtuales, redes sociales y medios de comunicación. Hemos iniciado un proceso de autoevaluación en cuatro de nuestras escuelas; y como nunca, hemos estado presente en temas ciudadanos esenciales tales como género, violencia, migración, pueblos originarios, respuesta integral a la pandemia, muerte digna, proceso constituyente, organización comunitaria y muchos otros. La capacidad de imaginar flexibilidad y coraje de nuestros académicos y estudiantes, nos posibilitó implementar nuevas metodologías para el aprendizaje virtual, teleprácticas y telesimulación, nuevos softwares para clases a distancia, y mantenernos líderes en algunas áreas, tales como la simulación clínica con el desarrollo de nuestro Centro Interdisciplinario de Simulación Hospitalaria.

El año 2021, es un año de esperanza. Para ello, tenemos que hacer aprendizaje de lo valioso, de las lecciones de 2020. Mientras no logremos que al menos el 80% de la población está vacunada, deberemos seguir con gran parte del proceso de enseñanza aprendizaje por vía virtual, aprovechando al máximo cada instante en que podamos retomar la presencialidad de manera responsable, minimizando el riesgo y siguiendo estrictamente los protocolos que para ello ha diseñado nuestra universidad. Cuando la pandemia quede atrás, ya no volveremos al pasado, el 2020 fue demasiado duro como para olvidar y abandonar los aspectos rescatables que nos dejó. Pasada la pandemia, seguiremos adelante distintos, fortalecidos, dispuestos a seguir mejorando la calidad de nuestros procesos, incorporando las nuevas tecnologías y herramientas adquiridas; mejores en nuestra capacidad de innovar y de cuidarnos.

En los meses venideros necesitaremos, además de inmunizarnos para el COVID-19, la mejor vacuna: fortalecer nuestra esperanza. Que la esperanza es el camino de lo humano, lo que nos permite imaginar y crear nuevas posibilidades. Para nosotros, como Facultad de Salud y Ciencias Sociales, el año 2020, con toda su angustia y complejidad, no fue en vano. Desde reconocer y analizar nuestros fallos, desde el orgullo de nuestros tremendos logros, somos más y mejor comunidad.

Un abrazo cariñoso.

Osvaldo Artaza