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Luego de su práctica en el Hospital Gustavo Fricke, la egresada de la Escuela de Kinesiología, Javiera Mc Farlan, se quedó trabajando en el establecimiento de mayor complejidad de la Red del Servicio de Salud Viña del Mar Quillota. Hoy, es parte de la unidad de neonatología, donde ha tenido que enfrentarse día a día con el COVID-19.


¿Cómo se ha vivido la crisis sanitaria al interior del Hospital Gustavo Fricke, tan relevante en la Quinta Región?

Nunca imaginé que me enfrentaría a una pandemia como la que estamos viviendo. Ha sido complejo y un escenario muy desolador especialmente para la salud pública, porque nos hemos visto enfrentados a problemas graves, como es la falta de insumos básicos para hacerle frente al COVID-19. Nadie pensó estar en una situación como esta; de un día para otro, nos vimos con muchos pacientes graves, sin la capacidad hospitalaria, sin insumos médicos y además, con mucho miedo a contagiarnos.

Al comienzo de la emergencia sanitaria estuve trabajando en unidades de medicina, pero luego me trasladaron a neonatología, donde me encontré con muchas mamás que estaban dando a luz con COVID positivo, por lo que sus hijos tenían que inmediatamente pasar por el examen de PCR y entrar a seguimiento. También nos ha tocado enfrentar un brote del virus en la unidad donde varias pacientes se contagiaron.

¿Qué labor cumple un kinesiólogo dentro de una unidad de neonatología?

El equipo de este recinto hospitalario lo conformamos tres kinesiólogas, quienes trabajamos desde las 8 de la mañana a las 5 de la tarde en las salas críticas y las intermedias. Cuando un paciente nace, puede llegar a neonatología por diferentes motivos. En lo particular, nosotras nos encargamos de los pacientes graves que están en ventilación mecánica.

El contacto con el bebé lo tenemos recién después de las 24 horas de vida, que es el plazo mínimo. Una vez que pasa ese tiempo, el kinesiólogo apoya en la revisión de la terapia ventilatoria a través de técnicas kinésicas para poder mejorar los flujos y los volúmenes. En ese escenario, los pequeños requieren la intervención kinésica unas dos o tres veces al día.

Una vez que pasan la fase de gravedad, los pacientes pueden quedar con algún tipo de secuela neurológica. En el proceso, que puede durar incluso tres meses, nosotros también apoyamos en la parte motora con el objetivo de poder prever y apoyar para disminuir estas consecuencias.

¿Cómo ha sido el proceso de capacitación en un contexto de pandemia?

A raíz del COVID-19 nos han ido capacitando de manera mucho más veloz de lo planificado, porque claramente un paciente pequeño con ventilación mecánica por coronavirus tiene un manejo distinto a uno que no está intubado. Hemos tenido que estar aprendiendo sobre la marcha, porque todo esto es nuevo, no tenemos mucha guía en la cual nos podamos basar para tratar a los hospitalizados. Menos mal los pocos neonatales que han llegado con COVID-19 no han sufrido complicaciones. De todas formas, siempre estoy atenta para reaccionar bien ante cualquier emergencia.

El cuidado del recién nacido requiere una atención especial y para eso fundamental que reciba una atención multidisciplinaria.

El área de neonatología del Gustavo Fricke trabaja con un equipo multidisciplinario compuesto de médicos, matronas, técnicos paramédicos, auxiliares, kinesiólogos, fonoaudiólogos y nutricionistas. A pesar de que el ambiente es serio y tenso, porque estamos con pacientes en riesgo vital, se logran formar lazos importantes, porque trabajar en equipo es fundamental. Además de las matronas y nosotros trabajamos muy cercanos a equipo de rehabilitación, liderados por los fonoaudiólogos, quienes entran en acción una vez que el paciente pasa el proceso crítico y enfrenta la etapa de succión y deglución.

¿Cómo analizas tu paso por nuestra universidad y qué relevancia le das al sello comunitario?

Tengo los mejores recuerdos de UDLA. Le agradezco mucho mi formación porque si bien ahora estoy en la unidad de neonatología, donde tuve que hacer un postítulo, antes me desempeñé en varias áreas como pediatría, cardiología, medicina y ahí fue crucial lo que aprendí en la Universidad. UDLA da una formación bastante completa. Además, en cada ramo que tomé me introducían el sentido comunitario, lo cual es muy importante porque el concepto de salud está cambiando y elementos como la comunidad, familia y entorno son fundamentales para el paciente.